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En 1956, con el XX congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (Pcus), el mito que se había creado alrededor del estalinismo se viene abajo como un castillo de naipes. En una reunión a puertas cerradas Nikita

Resumen El ensayo de Danilo Breschi «Sognando la rivoluzione» ofrece una aproximación a los orígenes del 68 en Italia de tipo fenomenológico. Se analizan las vicisitudes de la izquierda italiana desde la crisis del modelo estalinista (1957), que se repercutió duramente en el Partido Comunista italiano, hasta las primeras manifestaciones obreras de los años sesenta y la formación de los primeros núcleos extraparlamentarios que dieron voz a la contestación estudiantil.
En 1956, con el XX congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (Pcus), el mito que se había creado alrededor del estalinismo se viene abajo como un castillo de naipes. En una reunión a puertas cerradas Nikita Kruscev presentó un listado de los crímenes perpetrados durante el gobierno de Stalin, denunció los métodos empleados por sus agentes, desenmascaró la inconsistencia de los supuestos complots de 1948-53. En el informe, que en Italia fue difundido por El Punto, había argumentos más que suficientes para que la fe y el «culto de la personalidad » hacia el líder georgiano se vieran mermados de forma irremediable. A estas revelaciones, se suman las noticias de las agitaciones en Polonia, y de la dramática intervención de la Armada Roja en Hungría, donde Kruscev reprime las contestaciones de una forma tan brutal que en nada se diferenciaba de las Grandes Purgas estalinistas. En Italia el partido co- munista (PCI) acusó duramente el golpe del Discurso secreto, en 1958 perdió 200.000 inscritos, y la federación juvenil (Fgci) registró un calo aun más sensible. A izquierda se abrió una crisis que produjo un cambio radical. Los intelectuales italianos perdieron en su gran mayoría la fe incondicionada en el en el modelo estalinista; la base proletaria y obrera del partido, en cambio, estrechó sus lazos con Palmiro Togliatti – que siguió dirigiendo el partido hasta su muerte. Abundan en Italia publicaciones de diversa índole sobre los acontecimientos de 1968, pero son escasos los estudios metodológicamente serios, capaces de filtrar con un criterio científico el arco de tiempo relativamente breve que nos separaba de los años estudiados. Faltaba una aproximación neutra, libre de interferencias de carácter ideológico, cuando no implícitamente político. Un logro de Sognando la rivoluzione es acabar, por fin, con la rígida y estéril alternativa entre comunismo/anticomunismo, fascismo/antifascismo, con la cual se ofuscaban a veces los meros hechos históricos, y en este sentido el libro del profesor Breschi, con su enfoque de tipo fenomenológico, es capaz de reconstruir cuidadosamente la agitada historia de la izquierda italiana en los años anteriores al 68 sin restar importancia a los protagonistas “menores” de aquellos acontecimientos. Los años 50 y 60 en Italia representaron el momento final de un largo proceso de industrialización y de desarrollo urbanístico, social, escolar, empezado con la unidad. Es posible hablar de una cultura de masa sólo a partir de estos años, y la expresión es más acertada para el norte que para el sur de la península. El decenio que va desde 1955 hasta 1965 produjo una serie de cambios irreversibles en la sociedad italiana, que perdió su base rural y campesina para convertirse en una nación industrial de repente. El ensayo de Breschi nos ofrece muchos datos estadísticos relativos al empleo, a la demografía, a la emigración y a la escolarización de estos años. Así comentó aquellos cambios Guido Carli, que fue gobernador de la Banca d’Italia de 1960 a 1975: «Fue un desarrollo económico impetuoso, caótico. […] Lo que a Inglaterra costó crecer, entre el siglo XVIII y XIX, nosotros lo hicimos bajo la mirada de la televisión. Hemos tenido acaso una sola culpa, pero muy grave, para no poner frenos al crecimiento económico, no nos hemos preocupado de que fuese acompañado por las debidas inversiones […]. Por cada puesto de trabajo, deberíamos habernos preocupado de construir las escuelas, las casas, los hospitales, los transportes colectivos». El crecimiento económico produjo en muchos sectores de la sociedad el deseo de unas mejores condiciones de vida en estos años, pero de forma diametralmente opuesta al sueño casi “burgués” de tantas familias que poco a poco salían de la miseria, las desigualdades sociales desarrollaron en otros ambientes el sueño de una auténtica revolución semi-bolchevique, que brotó en un abierto enfrentamiento de tipo ideológico con todas las instituciones del estado italiano. Las tensiones entre derechas e izquierdas aumentaron con ocasión del anunciado congreso nacional del Movimento Sociale Italiano (MSI), un partido de inspiración claramente fascista, que iba a celebrarse en Génova en un teatro muy cercano al monumento dedicado a los caídos de la Segunda Guerra Mundial. De las manifestaciones antifascistas organizadas por varios grupos de izquierda se pasó a los primeros enfrentamientos con la policía, que degeneraron en unos tumultos que produjeron en la Plaza De Ferrari de Génova, aquel 30 de junio de 1960, varias decenas de heridos. Es sólo el comienzo de una década de violencia, de huelgas y de tensión social, en la que fuera de la izquierda institucional y parlamentaria nacerían células revolucionarias, que no aceptarían el diálogo del PCI con el centro representado por la Democracia Cristiana (DC) y los Socialistas (PSI). En estos organismos revolucionarios confluyeron personajes muy heterogéneos, antiguos partigiani que lucharon en la Resistencia, estudiantes universitarios, ex militantes del PCI. Danilo Breschi, sin perder una mirada de conjunto sobre la rebelión, sabe entrar en el detalle, y reconstruye la historia que gira alrededor de los Quaderni Rossi de Raniero Panzieri, de la revista Classe Operaia de Mario Tronti, del movimiento «Potere Operaio» dirigido desde Pisa por un joven Adriano Sofri. También muy joven era Toni Negri, que en el ambiente universitario de Padova, junto con Mario Isnenghi, dio vida a Progresso Veneto, que seguía la línea editorial de los Quaderni Rossi, y que tenía como objetivo la movilización de los obreros que trabajaban en el cercano puerto de Venecia (Puerto Marghera). A mediados de los años sesenta la universidad, que registra un aumento vertiginoso en sus matrículas, se convierte en el centro ideológico de la contestación. La Sapienza de Roma fue ocupada en 1966 a raíz del asesinato de un estudiante comunista que murió durante unas contestaciones con otros estudiantes del MSI. La Universidad de Pisa fue ocupada en 1967 por manifestarse en contra de una reforma universitaria. En enero de 1968, la protesta se extendió a los otros institutos universitarios, y el PCI ya no pudo hacer nada más que reconocer una revolución en pleno acto, que quiso –y no pudo– guiar y encauzar desde arriba, y que de todos modos apoyó, esperando poderse aventajar sobre el centro izquierda en las elecciones generales previstas para el mayo de aquel año. En conclusión, bien lejos de ser una explosión revolucionaria espontánea, el 68 italiano tuvo un decenio de incubación en la izquierda extraparlamentaria que supo organizarse de forma independiente al Partido comunista para dotarse de un nuevo lenguaje y de nuevos instrumentos de lucha, y sobre todo, a diferencia de los otros “sesenta y ochos” europeos, el 68 italiano se prolongó hasta bien entrada la década de los setenta, en la que «se extinguieron los residuos de revolucionarismo y de animadversión a la modernidad industrial enormemente presentes en la cultura política italiana».
Data recensione: 01/07/2009
Testata Giornalistica: Información Filosófica - Vol. VI (2009) núm. 12
Autore: Sandro Borzoni